martes, 12 de agosto de 2014

Diario de Mami.- De bebé a parvulita

"Algunas cosas, sólo necesitan tiempo. Nueve mamás no hacen un bebé en un mes.-W.Buffet"

Estas últimas semanas ha sido un tema recurrente el respetar los ritmos de cada un@. El promedio es una representación matemática, hecha con muchísimos datos. Y la verdad todos estamos por sobre o debajo el promedio en los diferentes ámbitos de nuestra vida.
Hoy quiero compartirles parte de la experiencia con mi hija mayor. Ella nació en una cesárea llena de violencia obstétrica y con una traumática separación de varias horas entre la cesárea y nuestro primer encuentro. Durante esas horas (las más importantes) el cerebro de mi pequeña se llenó de cortisol y otras hormonas del estrés. Por lo que su pequeño cerebro desarrolló un modelo de hiper-respuesta frente al estrés. O sea, ante cualquier evento estresante (por leve que fuera) pasaba de la calma al llanto muy rápidamente. Lo que comunmente se conoce como una niña "lloroncita".
Fue un proceso largo, entender que pasaba y acompañarla en sus procesos. A medida que iba creciendo se presentaban nuevos desafíos. A mi hija le gustaba jugar con otros niños, pero lloraba a mares en los cumpleaños.
Cuando cumplió los dos años, mostraba un claro interés por otros niños de su edad, pero siempre en grupos reducidos y conocidos; sino, estallaba en llanto. En la búsqueda de algún modelo que fuera respetuoso con sus tiempos y necesidades, encontramos Jardín Maternal. Un espacio de talleres semanales guiados por una educadora (María José), al que los niños y niñas asistían en compañía de su mamá y/o algún otro adulto significativo para el niño/a. Nos pareció maravilloso para nuestra hija. Pero grande fue nuestra desilusión cuando las primeras sesiones, mi hija se colocaba las manos en la cara (como binoculares) para hablarle a la educadora o simplemente no interactuaba con ella. A pesar de los intentos de María José por integrarla al grupo, sin presiones.A las pocas semanas empezó a hablar de "la Cose" en casa. Eso nos dio ánimo para seguir. ¡Sí le gustaba Jardín Maternal!. Después de otras semanas más, empezó a conversar durante los talleres hasta que se integro completamente.
Fue un año de muchos avances para mi pequeña princesita: Hizo sus primeros amiguitos y amiguita. Tuvo varias salidas a terreno y reconozco que disfrute plenamente compartir con ella esos momentos de exploración. Durante la semana recibíamos actividades para ir enriqueciendo nuestra cotidianeidad. Y los fines de semana, mi pequeña le contaba a sus abuelitos todas las novedades que traía de la semana.
A los tres años, visitamos jardines y encontramos uno del agrado de nuestra pequeña. Yo había hablado con la directora la importancia de un periodo de adaptación en general y en el caso de nuestra pequeña. Que quizás podía ser un poco más largo de lo habitual.  (El periodo de adaptación es cuando la mamá u otro adulto significativo acompañe al niñ@ los primeros días.)
Resultó ser que al tercer día mi hija, soltó mi mano y me dijo que entraba sola. Si alguien me lo hubiese contado hace un año NO lo hubiese creído! Pero en esos momentos vi su cara, estaba tan tranquila, tan segura, que me despedí de un beso y me fui. No lloró ni ese día, ni los que vinieron.
Hoy revisando el camino recorrido, pienso en lo clave que fueron el tiempo, espacio y respeto que recibió mi hija en su proceso. Agradezco desde estas líneas a María José, la educadora de Jardín Maternal, no sólo por la dedicación que tuvo con mi hija, sino por abrir el espacio para que muchos otros niños y niñas puedan hacer la transición de bebé a párvul@ en sus propios tiempos.
Queridas/os lectoras/es, recuerden siempre seguir las señales de sus bebes. Cada hijo/a es un mundo nuevo y la mejor forma de entenderlo es siguiendo las señales que cada bebé nos da. Más que tiempos o promedios, miremos la cara del niño/a que tenemos en los brazos.
Que tengan una bella semana :)


  Lorena Mercado López
Mamá de Dos, Prof. Biología
Dipl. Apego y Vínculación temprana
Asesora de Lactancia y Porteo



viernes, 30 de mayo de 2014

Mi Doula: Luz femenina en la gestación de mi segundo retoño

   Después de haber sufrido tanta violencia obstétrica en el nacimiento de mi primera hija, me fui informando y supe que para mi próximo embarazo quería tener la compañía de una Doula. Una mujer que me acompañara desde la naturaleza femenina en el proceso de gestar y traer al mundo a mi próximo bebé.
Inicialmente en mi segundo embarazo yo iba camino a una cesárea por recomendación de mi endocrinóloga, por lo que buscaba a alguien me acompañara en el momento en que el bebé se ha ido... Cuándo se lo llevan a vestir, medir, pesar, etc. Cuándo el papá está con el bebé. Y la mamá, queda con un vacío en el vientre. Me había sentido muy sola en esos momentos cuando nació mi hija. Una de mis amigas se había iniciado en su formación-camino de doula. Y aceptó encantada acompañarme durante la gestación y llegada de mi segundo pequeño.

    Pero durante el embarazo se abrió la opción de parto natural. ¡Ahora podía parir! Ni les explico todas las ansiedades, dudas, miedos y mil emociones que sentía en esos momentos. Mi Doula-Amiga me acompañó amorosamente a sacudirme los miedos y prepararme para el PVDC (parto vaginal después de cesárea). Fue maravilloso contar con su ayuda. Después de unas semanas logré sentirme preparada para el parto vaginal que tanto quería. Confiaba en mi cuerpo, en mi ser mujer y mi capacidad de parir. 
Durante la cesárea mi doula me hacía cariño
y me llenaba de palabras dulces.

     
    Llegó el término del embarazo, y ella me acompañaba desde la distancia, yo sabía que estaba ahí para cuando la necesitara, pero al mismo tiempo me dejaba mi espacio para conectarme tranquilamente con la llegada de mi porotín. Pasó la semana 38, la 39, la 40 y la 41. Mi porotito no llegaba. Veía cada vez más cerca la cesárea y más lejos el parto. Ella me contenía amorosamente. Escuchaba mi pena y la transformaba en algo pensable para mi. Me ayudó a mentalizar y aceptar la cesárea. A dejar atrás la sensación de fracaso, por no haber tenido la oportunidad de parir. Si bien mi esposo también me acompañaba y me contenía, era especial la compañía de mi amiga-doula. Porque ella me hablaba en lenguaje de mujer. Era la luz de energía femenina que necesitaba en esos momentos. 

   
   Mi segundo hijo nació en una hermosa cesárea humanizada (de la que ya he escrito). Ese día ella se mantuvo en segundo plano mientras estaba en contacto piel con piel con mi pequeño y mi marido. Respetando nuestro momento familiar. Cuando el papá se fue con nuestro bebé para vestirlo y los controles de rutina. Ella se acercó y me contaba lo que estaba pasando (dónde estaba mi hijo, que ya estaban terminando la cirugía, etc.). Me hacía cariño y me llenaba de palabras dulces. Mi corazón estaba lleno, mi hijo había tenido un nacimiento respetuoso y yo no me sentía ni vacía ni sola. Fue maravilloso contar con su presencia. 

   ¡Carolina, Amiga-Doula, eres una mujer maravillosa! Gracias eternas para ti. 
   

lunes, 19 de mayo de 2014

Cesárea Humanizada, La herida que no deja cicatriz en el alma.


Olía a Jazmín, igual que la casa de mis padres en primavera. Era el aroma que me había acompañado las últimas semanas de gestación. Uno de mis aromas favoritos.
Sonaba la música que habíamos escogido para el momento que nuestro pequeño respirara por primera vez. La luz no me llegaba directamente. Estaba acompañada por mi esposo y mi doula.
Tenía la sensación de estar en el lugar correcto, en el momento adecuado. No era el trabajo de parto para el que me había estado preparando. Estaba en un pabellón. Estructuralmente muy parecido al pabellón donde nació mi primera hija. Pero estaba lleno de personas y detalles que lo transformaban en un lugar amoroso. Completamente distinto a la inne-cesárea anterior. 
Esta vez, realmente mi porotito necesitaba ayuda para llegar. Ya me había dado sus señales.
No “me lo sacaron” como hace tres años. Esta vez nadie tironeo a mi bebé. Nació suave y lentamente. Lloró muy suavecito y se calmó rápidamente sobre mi pecho. Pude tomarlo y abrazarlo libremente, porque mis manos no estaban atadas. Yo imaginaba que iba a mamar en ese momento, pero no fue así. Era el momento de reconocernos, hablarnos, mirarnos y llenarnos de amor mutuamente. No hubo prisas, nos tomamos el tiempo que necesitábamos para hacerlo. 
Luego, mi porotito fue acompañado de su papá a que lo midieran, pesaran, etc. No alcanzaba a verlo, pero no lo escuchaba llorar, sabía que estaba bien. Cerré los ojos y repasaba en mi mente todo lo vivido. No dejaba de sonreír, todo había sido maravilloso. Fue un nacimiento lleno de oxitocina.
Mi primera hija, nació de forma muy distinta. También fue una cesárea, pero cargada de violencia obstétrica. El dolor que había causado en mi alma la cicatriz anterior, me movilizó durante todos estos años. Al igual que en un trabajo de parto, era un dolor con sentido. Me llevó a encontrar la forma para que mi hijo pudiera nacer en paz, con respeto y amor. Libres, sin imponer los intereses de un tercero, sino atendiendo nuestras propias necesidades.  
Iniciando la lactancia en la sala de recuperación
Volví a ver a mi porotito muy pronto, mientras estaba en la sala de recuperación. Ahora sí que era el tiempo de mamar. ¡Hace una hora atrás estaba en mi útero y ahora ya estaba prendido al pecho como si siempre lo hubiese hecho! El pronto inicio de la lactancia además de ser un momento muy especial, me ayudó mucho en mi recuperación. Sangré significativamente menos que en mi cesárea anterior.   
Fue uno de los días más hermosos de mi vida, el nacimiento de mi segundo hijo. Hubo mucho más detalles que hicieron de ese día, en uno extra especial. Los atesoro en mi corazón y me traen una gran sonrisa cuando los recuerdo. 
Un último detalle para compartir. En la cirugía, la ginecóloga removió la cicatriz anterior, para que se formara una nueva. Esto no ocurrió sólo en mi cuerpo, sino también en mi alma. A pesar de no ser el parto con el que soñé, fue un nacimiento absolutamente respetado y amoroso. Así fue como esta cicatriz logró sanar la herida que había dejado en mi alma la cesárea anterior. 

lunes, 12 de mayo de 2014

La importancia del porteo para el padre



Con motivo de la semana internacional de la crianza en brazos, me decidí a escribir este artículo sobre los padres y el porteo. ¿Por qué? Porque hoy en día, es cada vez es más frecuente ver a papas canguros llevando a sus pequeñitos/as. Es un hecho que me resulta maravilloso de observar… Primero, porque la crianza es una labor compartida, el hijo/a es de ambos. Pero confieso que lo que más me maravilla es ver como un acto en apariencia tan simple, en realidad está transformando el cerebro, la forma de ver el mundo de ese papá. Me explico a continuación.
Los comportamientos paternales se pueden clasificar en dos grandes grupos: (a) padres más “tradicionales”, cuya contribución a la crianza se centra en la disciplina y la provisión de recursos; y (b) padres denominados “nutricios”, ya que se involucran afectivamente en la crianza y junto con la madre son co-responsables de los cuidados de los hijos. ¿Qué hace la diferencia entre un tipo y otro? La presencia del padre durante la gestación, parto y periodo neonatal, junto con una relación vincular sana con la madre están relacionadas con la expresión de comportamientos parentales nutricios.    
Hace unos 50 años, era muy común el modelo de padre tradicional. Quizás por el trabajo, porque antes no se le daba mucha importancia al rol del padre en la crianza, por temas de equidad de género, cultura, etc. Pero afortunadamente hoy la tendencia va en involucrar afectivamente al padre en la crianza, porque le corresponde, es su derecho y es muy beneficioso para el desarrollo afectivo del bebé. Hoy sabemos gracias a los aportes de las neurociencias que la experiencia de transformarse en padre es capaz de transformar el cerebro. Existen una serie de cambios a nivel hormonal y neuronal que se manifiestan, si el padre está involucrado afectivamente en la crianza.
Hasta aquí, ustedes me dirán “Ah mira que interesante, pero ¿qué tiene que ver el porteo en este baile?” Resulta que se ha estudiado en monos Titi, (Callithrix jacchus) como su conducta paternal modifica la corteza prefrontal de su cerebro. La conducta paternal de los padres Titi, consiste en llevar a sus crías en la espalda los primeros tres meses de vida. Precisamente, ¡unos papas fanáticos del porteo!. Además de llevarlos, los protegen de amenazas y les proveen alimento cuando ya han iniciado la alimentación complementaria a la leche materna. Como resultado aumenta la densidad de espinas dendríticas (una parte de las neuronas) en la corteza prefrontal (la parte del cerebro que está ubicada más o menos a la altura de nuestra frente).
Si esto pasa en monos, seguramente algo similar debe pasar en humanos. Por supuesto que hay muchas investigaciones buscando dilucidar los cambios que genera en el cerebro la experiencia de transformarse en padre. Pero, ¿saben una forma muy fácil de evidenciarlo? Pregúntele al papá canguro más cercano que tenga, cómo definiría la paternidad. Las investigaciones muestran que los padres involucrados afectivamente en la crianza describen la paternidad como algo positivo, una experiencia que los hace felices. 
Por eso en esta semana internacional de la crianza en brazos, mi invitación es doble: primero incentivar a los padres a involucrarse en la crianza  y segundo, incentivar a las madres a empoderar a sus parejas, muchas veces sólo falta que les den la oportunidad. 
Que tengan una buena semana y disfruten mucho sus respectivas maternidades y paternidades canguras.

Lorena Mercado López
Mamá de dos, Prof. Biología
Dipl. Apego y vinculación temprana


Nota: Artículo originalmente publicado en la edición de octubre de 2013 de la revista Mamaluz.

Referencias: 
Forray Claps, C. (s.f.). La inclusión del padre en el embarazo, parto y cuidados del recién nacido. Recuperado el 01 de Octubre de 2013, de Chile Crece Contigo: http://www.crececontigo.gob.cl/adultos/columnas/un-espacio-novedoso-para-la-paternidad-en-chile-la-inclusion-del-padre-en-el-embarazo-parto-y-cuidados-del-recien-nacido/
Kozorovitskiy, Y., Hughes, M., Lee, K., & Gould, E. (2006). Fatherhood affects dendritic spines and vasopressin V1a receptors in the primate prefrontal cortex. Nature Neuroscience, 1094-1095.


lunes, 5 de mayo de 2014

¿Lactancia paterna? El rol del padre en la lactancia

“Adiós -dijo el zorro-. He aquí mi secreto. Es muy simple: no se ve bien sino con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos. -Lo esencial es invisible a los ojos -repitió el principito, a fin de acordarse.”
A. De Saint-Exupéry

El lema de esta semana mundial de lactancia materna es “Apoyo a las madres que amamantan: ¡Cercano, continuo y oportuno!”. Nos recuerda una realidad ineludible. La lactancia no es el logro de una sola persona, se requiere de mucho amor, apoyo, información y compañía para tener éxito. Así mismo, la sociedad entera tiene una cuota de responsabilidad en las lactancias que no fueron.  Sí, todos. Porque cuando hay una madre amamantando en público, la gente evita mirarla en vez de felicitarla mirándola a los ojos. Muchos desde la ignorancia le recomiendan “un rellenito” en vez de buscar el apoyo adecuado para una madre en crisis de lactancia. Incluso algunos promueven que es buena idea dar el biberón, para “incluir al padre” en la crianza.  En este punto me quiero detener. ¿Cómo “incluimos al padre” en la lactancia?
En los animales que son monógamos, y también muchos polígamos, la función del padre es proteger a la(s) madre(s) con sus crías. Traer el alimento y ahuyentar depredadores principalmente.  ¿Deberíamos esperar algo muy distinto de la paternidad humana? Claramente la experiencia humana es distinta por ser una especie distinta, con una gran evolución cultural. Sin embargo, no es tan distinto. Podríamos decir en términos simples que el padre se encargar de proveer apoyo o “alimento” espiritual y de “ahuyentar” comentarios que menoscaben a la madre lactante. Ahondemos un poco en esto.
Una madre con un bebé recién nacido necesita mucho apoyo. Desde cosas tan prácticas como ayudarla a cuidar al bebé, para que ella vaya al baño, se duche o coma un poco, a cosas más profundas como el sentirse querida, valorada y amada. Un padre no es más activo en la crianza por mudar pañales o dar un biberón. Un padre es activo en la medida que se involucra emocionalmente con el proceso y entra en sintonía con la diada mamá-bebé. Porque en un principio es así, una relación diádica con el bebé (mamá-bebé solamente). Muchos padres se sienten excluidos en esta etapa, al no saber que su función principal es estar como telón de fondo, permitiendo a la madre conectarse completamente con el bebé, para de a poco ir pasando a una relación tríadica (mamá-papá-bebé). Queridos padres, biológicamente la cría humana está diseñada para apegarse primariamente a una sola persona, generalmente la madre. La madre puede entrar en una depresión post-parto si se siente abrumada durante los primeros meses ante la falta de apoyo físico y/o emocional, con las respectivas consecuencias para el bebé y la familia. La función de ustedes queridos padres, aunque pueda parecer “invisible” en un comienzo, es importantísima para el establecimiento de la lactancia y la relación del bebé con el mundo (de momento su madre). Esto no será así para siempre. Paulatinamente, las guaguas empiezan a desarrollar la sonrisa social y a incluir figuras de apego secundarias como el padre, tíos, abuelos o quien sea que pase muchas horas a la semana en contacto con el bebé.
“Cercano, continuo y oportuno”… ¿Quién más cercano que el padre? Incluso si la relación de pareja se encuentra quebrada, la opinión del padre es importante. Un padre bien informado sobre lactancia materna, entiende que no debe pedir lactancia mixta o destete para poder llevarse “más horas” al bebé, sino ir a visitar a su descendencia en su entorno por el tiempo que sea necesario.  ¿Continuo? ¡Sí, por favor! Al iniciar la maternidad, la mujer se encuentra en un estado sicológico especial, llamado puerperio. Producto de las hormonas, estamos un tanto disociadas psicológicamente (lo que nos permite sumergirnos en la conexión con el bebé). Nos sentimos más vulnerables y sensibles al entorno. No creo que exista un exceso de demostraciones de cariño, respeto y admiración hacia la reciente madre. Palabras de aliento, un rico desayuno, prepararle un baño de tina, etc. Seguro que a usted, querido padre, se le ocurre más de una forma de hacer sentir especial a la madre de su hijo/a. No hay nadie mejor que usted para ahuyentar todos los comentarios inoportunos a la madre. Puede buscar información en internet y tener unos 4 o 5 argumentos para rebatir cosas como “parece que llora de hambre”, “y ¿tienes leche todavía?”, “te va a dejar los pechos por el suelo”, etc. Busque en internet: “mitos lactancia materna” y encontrará lo que necesita saber. Y si usted sabe que la “tía Carlota” no es muy pro-lactancia, entonces hable antes en privado respetuosamente con ella y nos evitamos el mal rato.
 Una buena estrategia para superar los “consejos no deseados” de los familiares y amigos la sugiere Rosa Jové, en su libro “La crianza feliz”. Cito textualmente. “El discurso o la petición se compone de las siguientes partes:
·         Cuando tú… (aquí decimos los que no nos gusta de lo que estamos oyendo).
·         Yo me siento… (explicar lo que nos duele con esa crítica).
·         Preferiría… (le pedimos que, como persona cercana y que nos ama, no siga por ese camino; incluso le podemos mostrar el que tiene que seguir.
Por ejemplo, cuando tú, querida suegra, me dices que mi niño se queda con hambre, yo me siento mal porque pones en duda mi capacidad de amamantar. Preferiría que no comentaras esto en casa.”
Querido padre lector, no puedo concluir sin agregar lo siguiente. Ser un padre comprometido con la crianza no significa tomarse una foto dando un biberón para que sus amigos vean lo moderno que usted es. Se trata de un trabajo más invisible, pero más fructífero. Si tiene muchas ganas de compartirlo en facebook o twitter, cuente lo orgulloso que se siente de su mujer, lo transformador que ha sido convertirse en padre. Lo puede poner con términos deportivos si desea sonar más masculino, cada uno en su estilo. Por supuesto que es buena idea (y necesario) mudar, portear, alimentar, jugar con el bebé, etc. Pero recuerde siempre que ser un padre comprometido no se trata de reemplazar a la madre, sino trabajar juntos colaborativamente (con una meta común).
Queridas madres lectoras, si a su pareja les cuesta sintonizar con usted en el desafío de la maternidad, cuente hasta diez y busque una manera amorosa de solucionar las cosas. Recordemos que hasta hace poco, ser un buen padre se trataba de proveer económicamente y listo. Puede utilizar la estrategia que propone Rosa Jové o la que a usted más le acomode. Pero siempre “se consiguen más moscas con miel que con vinagre”.
Que tengan una feliz lactancia.

Lorena Mercado-López
Mamá de dos, Prof. Biología,
Dipl. Apego y cuidados tempranos


Nota: Artículo publicado originalmente en la revista Mamaluz en 2013


Fuentes:
González, C. (2012) “Un regalo para toda la vida”. 1ª Edición. Planeta. Argentina.
Gutman, L. (2009) “La familia nace con el primer hijo”. Nva. Edición. Del nuevo extremo. Argentina.
Jove, R. (2011) “La crianza feliz”. 8ª Edición. La esfera de los libros. España.